Feudalismo es la denominación del sistema polÃtico predominante en la Europa Occidental de los siglos centrales de la Edad Media (entre los siglos IX al XV, aunque no hay acuerdo entre los historiadores sobre su comienzo y su duración, y esta varÃa según la región),[1] y en la Europa Oriental durante la Edad Moderna, caracterizado por la descentralización del poder polÃtico; al basarse en la difusión del poder desde la cúspide (donde en teorÃa se encontraban el emperador o los reyes) hacia la base donde el poder local se ejercÃa de forma efectiva con gran autonomÃa o independencia por una aristocracia, llamada nobleza, cuyos tÃtulos derivaban de gobernadores del imperio carolingio (duques, marqueses, condes) o tenÃan otro origen (barones, caballeros, etc.).
El término «feudalismo» también se utiliza historiográficamente para denominar las formaciones sociales históricas caracterizadas por el modo de producción que el materialismo histórico (la historiografÃa marxista) denomina feudal.[2]
Como formación económico-social, el feudalismo se inició en la Antigüedad tardÃa con la transición del modo de producción esclavista al feudal, a partir de la crisis del siglo III y, sobre todo, con la disolución del Imperio romano de Occidente (siglo V) y la formación de los reinos germánicos y el Imperio carolingio (siglos VIII y IX).
Fundamentado en distintas tradiciones jurÃdicas (tanto del derecho romano como del derecho germánico –relaciones de clientela, séquito y vasallaje–), el feudalismo respondió a la inseguridad e inestabilidad de la época de las invasiones que se fueron sucediendo durante siglos (pueblos germánicos, eslavos, magiares, musulmanes, vikingos). Ante la incapacidad de las instituciones estatales, muy lejanas, la única seguridad provenÃa de las autoridades locales, nobles laicos o eclesiásticos, que controlaban castillos o monasterios fortificados en entornos rurales, convertidos en los nuevos centros de poder ante la decadencia de las ciudades.
Desde el punto de vista institucionalista, el feudalismo fue el conjunto de instituciones creadas en torno a una relación muy especÃfica: la que se establecÃa entre un hombre libre (el vasallo), que recibÃa la concesión de un bien (el feudo) por parte de otro hombre libre (el señor), ante el que se encomendaba en una ceremonia codificada (el homenaje) que representaba el establecimiento de un contrato sinalagmático (de obligaciones recÃprocas).[3] Esta serie de obligaciones recÃprocas, militares y legales, establecidas entre la nobleza guerrera; giraba en torno a tres conceptos clave: señor, vasallo y feudo. Entre señor y vasallo se establecÃan las relaciones de vasallaje, esencialmente polÃticas. En el feudo, entendido como unidad socio-económica o de producción, se establecÃan relaciones de muy distinta naturaleza, entre el señor y los siervos; que desde la historiografÃa marxista se explican como resultado de una coerción extraeconómica por la que el señor extraÃa el excedente productivo al campesino. La forma más evidente de renta feudal era la realización por los siervos de prestaciones de trabajo (corveas o sernas); con lo que el espacio fÃsico del feudo se dividÃa entre la reserva señorial o reserva dominical (donde se concentraba la producción del excedente) y los mansos (donde se concentraba la producción imprescindible para la reproducción de la fuerza de trabajo campesina). En otras formas, los siervos se obligaban a distintos tipos de pago; como una parte de la cosecha o un pago fijo, que podÃa realizarse en especie o en moneda (forma poco usual hasta el final de la Edad Media, dado que en siglos anteriores la circulación monetaria, y de hecho todo tipo de intercambios, se reducÃan al mÃnimo), a los que se añadÃan todo tipo de derechos y monopolios señoriales.[4]tal vez ayuda :).